Mar. Abr 23rd, 2024

Leyenda de Oaxaca

La catedral de Oaxaca guarda un pavoroso secreto que a permanecido encerrado y sellado durante siglos en un sarcófago de mármol blanco.

Durante su construcción los frailes franciscanos vivieron ahí en habitaciones improvisadas, techada solamente con tejas.

En el año de 1629 ocurrió una terrible inundación que anego la catedral en construcción y también la sacristía, fue entonces cuando Fray Tomas de Salazar y Fray Miguel descubrieron el sarcófago.

Los frailes avisaron de este hallazgo al padre superior, quien no supo que hacer con aquel misterioso sarcófago, pues las aguas de la inundación no permitían maniobrarlo, así que lo movieron a un rincón lleno del lodo producido por el agua.

Así pasaron los días hasta que las aguas bajaron y entonces el padre superior pregunta a los frailes Tomas y Miguel si recordaban el lugar exacto en donde lo habían encontrado; los frailes contestaron que era imposible saberlo, ya que el agua impedía reconocer el terreno.

El Padre Superior ordenó a los frailes que limpiaran el sarcófago para así poder averiguar el nombre del difunto que se encontraba adentro y la fecha en que había muerto. Cuando estuvo limpio no se encontró ningún dato, pero mientras los dos frailes lo limpiaban, Fray Miguel se dio cuenta que la parte baja del habito de Fray Tomas presentaba una rotura, algo como un desgarre. Fray Tomas pensó que posiblemente aquel desgarre se lo produjo con un clavo de los muchos que había en la construcción, pero pronto recordó que cuando terminó de limpiar el sarcófago, se sentó sobre él a descansar y sintió como si alguien le hubiese jalado el habito.

Esa misteriosa tarde llegaron a la construcción los arquitectos y maestros de obras. El padre superior les mostró el extraño y misteriosos sarcófago, mencionó no a ver encontrado ningún nombre o fecha que les guiara para saber quién había sido enterrado dentro de él. El maestro de obras tampoco encontró el lugar exacto donde estuvo durante la inundación. Decidieron dejarlo en lugar donde estaba hasta que pudieran hablar con las autoridades eclesiásticas y el señor virrey.

El sarcófago permaneció en el interior de la catedral en construcción y cuando el sol estaba apunto de ocultarse, Fermín de Huesca joven organista, llego a la catedral para afinar el órgano entonces descubrió el sarcófago y se detuvo ante él. Tentado por la curiosidad lo inspeccionó y vio que no tenia nombre alguno, pero descubrió que el sarcófago tenia una hendidura en una esquina de a tapa. Cuando se asomo por aquella hendidura para intentar ver el interior, su sorpresa fue enorme.

De pronto escucho un ruido y vio que algo se movía. Se retiro asustado, pensando que posiblemente se trataba de una rata, aunque el silencio y la soledad hacían más siniestro aquel sarcófago, su juvenil curiosidad pudo más que su miedo y nuevamente se acerco e introdujo por la hendidura un papel que envolvió a manera de rollo para facilitar su entrada por el agujero. Cuando creyó que el roedor mordería el papel sintió un fuerte tirón como si alguien lo hubiese jalado desde el interior, entonces sacó el papel y se sorprendió cuando no tenia mordeduras sino que sus bordes estaban renegridos y cortados.

Aterrorizado salió corriendo y en su desaforada carrera por uno de los pasillos de la catedral se encontró con el Padre Superior, quien al verlo tan agitado le preguntó cuál era el motivo de su angustia. El joven le respondió que dentro del sarcófago había alguien y le enseñó las manchas que tenia el papel. Pero el superior le dijo que seguramente eran figuraciones suyas. Aquel joven organista temblando de miedo le dijo que no volvería a acercarse al sarcófago e insistió diciéndole que dentro de él había algo vivo y entonces se fue a toda prisa.

El Padre Superior alumbrado por un cirio se acercó sin ningún temor al sarcófago y miró que la hendidura era muy pequeña pero que cabía la posibilidad que a través de ella se hubiera introducido algún roedor, pegó el ojo en el agujero a la vez que intento alumbrarse con la luz del cirio y de pronto se mostró aterrorizado y gritó: ¡Santo Dios! Comenzó a rezar y retrocediendo poco a poco se alejó de ahí.

Al día siguiente las obras de construcción de la catedral se paralizaron, el franciscano acudió al santo oficio. El Señor Oidor le pidió que le explicara lo que había creído haber visto dentro del sarcófago, pero el no pudo describirlo, lo único que pudo decir es que era algo espantoso y que tampoco sabia sí se trataba de un hombre o de un animal, que quizás era ambas cosas o que se trataba de un espíritu maligno que había sido encerrado ahí por alguna obra demoníaca. Entonces solicitó al santo oficio su intervención para poder sacar del sarcófago la cosa espantosa que ahí se encontraba. El santo tribunal ordeno que nadie entrara a la catedral y que esa noche ellos mismos realizarían un exorcismo.

Esa noche a puerta cerrada el exorcista y la santa hermandad llegaron a la catedral. Después de los rezos, exorcismos y salmodias religiosas se ordenó abrir aquel sarcófago, los hombres trabajaron arduamente, ya que la tapa estaba sellada.

Por fin, después de muchos esfuerzos, la tapa cayo al suelo produciendo mil ruidos espantosos, como si fueran truenos. Toda la tierra pareció temblar, una fuerte ráfaga de aire apagó los cirios y faroles. Entonces, ante la mirada atónita de los frailes y miembros del santo oficio, algo escapó del sarcófago ¡era algo horrible y sin forma!

Encendieron los cirios y los faroles, descubriendo que el oidor Cervantes había muerto de miedo, al seguir alumbrando con el farol miraron tendido en el suelo a fray Antonio de Medina que también estaba muerto. Posteriormente otro de los ayudantes hizo otro siniestro descubrimiento eran unas extrañas huellas sobre lodo, nadie supo que decir, entonces el señor obispo tomó la decisión de consultar con sus superiores de España para que lo ilustraran acerca del horrible hecho que todos habían presenciado.

Cuando estaban apunto de retirarse de aquel lugar otros de los ayudantes se atrevió a mirar al interior del sarcófago, todos los ojos se volvieron hacia aquel ataúd de mármol creyendo que se trataba de otro ser espantoso, pero solo encontraron dos objetos que no hicieron más que aumentar el temor de aquellas gentes. Ahí estaba el pedazo de habito de Fray Tomas y el pedazo de papel pautado que introdujo el organista.

Nunca se supo qué sucedió, ni que fue la cosa que escapo de aquel sarcófago, pero cuenta la leyenda que en el año de 1935, tiempo en que la catedral fue despojada por pillos y truhanes, fue retirado un ciprés frente al altar mayor, sembrado en 1718. Se presumía que debajo de él fue descubierto el sarcófago de la leyenda.

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Por masterror

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